Dreams

Somos del mismo material con que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.

domingo, 24 de mayo de 2015

Un año ya...

Hace un año conseguí ponerle punto y final a mi primera historia. Historia que siempre, siempre, llevaré en el corazón. Y no hay mejor manera para celebrarlo que recordar a los marmotos. 

¡Feliz aniversario Desconocid@! 


La observo en silencio, prendándome de cada lunar, de cada marca, de cada gesto. Ella sigue en el mundo mágico de los sueños y no puedo parar de preguntarme ¿Qué le trae Morfeo? ¿Con qué soñará? Paso los dedos entre los mechones rubios de su pelo y me doy cuenta de que nada, absolutamente nada ha cambiado en estos años. Vicky sigue siendo mi todo, sigue siendo mi otra parte; ella me completa.
Sus pestañas aletean y aparecen los ojos castaños que me perseguirán durante toda una vida.
—Hola—Murmura con la voz ronca.
—Hola, marmotita.
Una sonrisa, esa sonrisa que ilumina mi vida, aparece al escuchar el apodo que le impuse hace seis años atrás. Seis años en los que he descubierto lo que es la felicidad, lo que es amar de un forma inexplicable... simplemente amar. Seis años a su lado. Y hoy, justo hoy, sumamos un aniversario más, un año más tras el que juramos armarnos hasta el final de nuestros días. Y después de este tiempo, después de despertar cada mañana junto al mismo rostro, después de discutir por el espacio del baño o del vestuario, después de mil cosas, sigo amándola igual o más que aquella tarde en la playa que nos declararon marido y mujer.
—Ryan...—Ronronea junto a mi oído, deslizando la mano por mi torso hasta desaparecer bajo las sabanas.
—¿Después de anoche no tuvo suficiente, señorita Applewhite?—Pregunto entre carcajadas, moviéndome para subirme sobre su cuerpo desnudo.
—Sabes que nunca tengo suficiente de usted, señor Applewhite.
¿Se podría pedir algo más? Tengo a la mujer más hermosa, inteligente, divertida y... caliente a mi lado. Y eso sin contar a mis pequeñas fieras, Julieta, Edward y el pequeño Ángel, los cuales nos traen por la calle de la locura. Cada uno es muy diferente del otro; Julieta es una niña pizpireta que enamora a todos, Edward es un niño tímido que siempre está pegado a su madre y Ángel es un diablito que no para de hacer ruindades ¿y lo peor? El pequeño granuja se ríe cuando le echamos la bronca.
Me recuesto sobre ella, apoyando mi peso en las manos que tengo junto a sus costados en el colchón y antes de besarla, inquiere:
—¿Te imaginaste alguna vez, cuando dejaste la nota, que acabarías en la misma habitación seis años después, celebrando nuestro aniversario?
—No—Contesto con sinceridad—Pero si lo soñaba.
Mi preciosa mujer amplía su sonrisa, cautivándome como de costumbre.
—Eres demasiado condescendiente.
—Y tú eres demasiado preciosa.
Sin añadir nada más, es ella misma la que me guía a sus secretos. Mis caderas empujan y ambos gemimos, entrando en nuestro mundo, en nuestro pequeño rincón que creamos entre los dos. Los cuerpos se reconocen, los jadeos se vuelven cada vez más altos, su sudor se mezcla con el mío, las bocas se buscan, devorándose como si estuvieran sedientas la una de la otra.
Nunca es suficiente, Vicky tiene razón. Nunca tendré demasiado de ella y rezo todos los días para que mi preciosa marmotita, nunca tenga suficiente de mí.
—¡Ryan!—Grita cuando mi movimientos cobran intensidad, clavando su cortas uñas en mi espalda, arañándome sin compasión.
Y entonces lo siento; me atrapa, me abraza y explota, arrastrándome con ella.
Me dejo caer de espalda a su lado y sin perder un minuto la coloco sobre mí. Jadeamos, pero como dos adolecentes no paramos de sonreír.
—Te quiero—Murmura contra mi cuello, creándome un escalofrío.
—Y yo a ti, marmotita. Durante seis año y durante mucho más.
Tras un corto descanso le doy una palmada en el trasero y la levanto, llevándola al baño. Abro los grifos, calibrándolos hasta que la temperatura del agua me parece correcta. Vicky entra sin necesidad de pedírselo y antes de unirme a ella, me acerco al móvil y lo coloco en lo altavoces. El sonido de la guitarra eclipsa el del agua y al girarme a Vicky la veo mirándome emocionada.
Con paso lento me encamino a ella mientras me uno a Pablo Alborán y canto:
Regálame tu risa,
enséñame a sonar
con solo una caricia
me pierdo en este mar.
Regálame tu estrella,
la que ilumina esta noche,
llena de paz y de armonía,
y te entregaré mi vida
Rodeo la cintura de mi mujer con mi brazos, atrayéndola a mi cuerpo. Mirando los grandes ojos castaños retiro algunos de los mechones que se le han pegado al rostro, a la vez que sigo cantando la canción que tanto significa para ambos.
Haces que mi cielo
vuelva a tener ese azul,
pintas de colores
mis mañanas solo tú
navego entre las olas de tu voz
y tú, y tú, y tú, y solamente tú
haces que mi alma se despierte con tu luz
tú, y tú, y tú...
—Solamente tú, Vicky. Tú, durante estos siete años y durante todos los que dure mi vida ¿Y sabes por qué, cariño?—Ella niega con la cabeza, haciendo mohines, derramando lágrimas.—Por que la única historia que ha conseguido cautivarme, ha sido la que hemos escrito juntos. Por que no ha existido, existe o existirá nadie que consiga calentarme el corazón como lo haces tú. Por que simplemente un yo, no existe sin un tú.
Es así de fácil y así de complicado. Ella es mi principio y también la quiero en mi final.
Vicky se abraza a mi cuello y sus labios recaen en los míos como si llevara años sin besarlos.
Una vez más, entre las paredes de la habitación 201 su aliento se funde con el mío y el mundo deja de existir para nosotros. Y en silencio ambos repetimos la promesa que una vez hicimos...
Para siempre.